Si quieres de verdad honrar el cuerpo de Cristo, no consintáis que padezca hambre, frío o desnudez. Hay que honrar a Cristo como Cristo quiere ser honrado. Lo que queréis hacer conmigo, hacedlo con vuestros hermanos (San Juan Crisóstomo, Hom. Mt. 50, 3).

Instituida la Sagrada Eucaristía en la noche previa a la Pasión y Muerte de Jesús, en el transcurso de la Última Cena de Cristo, los Apóstoles y los primeros discípulos la siguieron celebrando como eje y fuente principal de la vida cristiana. La Eucaristía se trata del mismo Cristo Real y se presenta en la Hostia Consagrada. Se manifestaba desde los Apóstoles, durante la celebración de la Misa y la Comunión, como eje y fuente principal de la vida cristiana, aunque con el tiempo se introdujo la costumbre de adorar al Santísimo Sacramento fuera de la Eucaristía.

Lo más destacado es que a este sublime misterio se dispensa un culto, no de veneración, como a las sagradas imágenes, sino de adoración (latría). Así quedó fijado sin ambigüedades en el Concilio de Trento, que sancionó asimismo la superioridad de éste entre el conjunto de los Sacramentos de la Iglesia. De esta forma, la Iglesia Romana se distanciaba de otras Iglesias reformadas que habían reducido la Eucaristía a un acto poco menos que rememorativo o simbólico.

Desde el siglo XIII, la Iglesia había fomentado el culto al Santísimo Sacramento, estableciendo la fiesta del Corpus Christi, para su exaltación.

Cuenta la Hermandad con los actos de adoración al Santísimo de los primeros Jueves de mes.

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