Historia de la Hermandad

La Hermandad de Las Siete Palabras que conocemos hoy en día tiene una cuádruple condición: hermandad sacramental, cofradía de penitencia, hermandad de gloria y hermandad de ánimas. Todo ello se alcanza a través de un proceso de fusiones que dura varios siglos y que es conveniente aclarar bien para comprender cómo se llega a él y sobre todo para saber valorar la riqueza espiritual, histórica y patrimonial que la corporación alcanza con todos sus titulares y devociones que tiene un denominador común: el barrio de San Vicente, en el que siempre ha radicado durante más de cinco siglos. Señalaremos de forma esquemática a cada una de las hermandades que ha ido fusionándose hasta formar la actual, para desarrollar en otros enlaces algo más de la historia de cada una de ellas.

La Hermandad Sacramental de San Vicente Se estima fundada por Doña Teresa Enríquez en 1511, así lo recogen las propias reglas de la hermandad, siendo por tanto de las primeras con tal carácter fundadas en la ciudad, si no la primera, ya que ninguna puede probar documentalmente la fecha de su creación. Su primera regla se elaboró en 1535. Las hermandades sacramentales se fundan con objeto de acompañar al Santísimo Sacramento cuando se administraba a los enfermos en sus casas, con objeto de que el sacerdote no fuese en solitario, llevándose bajo palio y acompañado por cera.

La Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza Es una hermandad de gloria fundada en 1561 en el convento Casa Grande del Carmen, en la calle Baños. A pesar de su titulación similar a la del santuario de Andújar (Jaén), no fue filial de la cofradía matriz de esa localidad, aunque sí celebraba sus mismas fiestas y por sus reglas se conoce que se inspiró en aquella, aunque sin seguir la iconografía de la misma. En el convento del Carmen labró una capilla propia.

La Hermandad de las Ánimas Benditas Se fundó en 1562 en la parroquia de San Vicente Mártir. Las corporaciones de Ánimas tenían como instituto el rogar por las almas que estaban en el Purgatorio, por lo que no cabe calificarlas como hermandades de gloria al uso. Por su carácter muchas personas se inscribían y dejaban legados testamentarios tras su muerte para misas en sufragio de sus almas.

La Cofradía de los Sagrados Clavos, Virgen de los Remedios y San Juan Evangelista Aunque los datos que se poseen no lo confirman, parece que se fundó como hermandad de gloria en el convento de los Remedios y se convirtió en cofradía de penitencia. Esto último es lo que se desprende de su regla de 1595, que se conserva, y en la que se manifiesta que se encontraba ya en el convento del Carmen y que su instituto era la penitencia, saliendo en la tarde del Miércoles Santo, vistiendo sus cofrades túnica blanca con escapulario colorado.

La Hermandad del Rosario Se fundó en la parroquia de San Vicente Mártir en 1672. Dentro de la tipología de las hermandades de gloria, las del Rosario tienen una característica especial, ya que su instituto es la propagación del rezo del rosario de forma pública, presididos por un simpecado. No obstante, esta corporación tuvo desde sus inicios una imagen de la Virgen y desde 1777 comenzó a realizar una procesión presidida por ella.

Estas cinco hermandades se fusionarían entre sí para dar lugar a nuestra corporación actual. Sintetizaremos también el proceso de fusiones de forma cronológica:

  1. La primera fusión data de 1629 cuando en el convento del Carmen se unen la Hermandad de la Cabeza y la de los Sagrados Clavos y Virgen de los Remedios. Es el primer caso conocido de una hermandad de gloria fusionada con otra de penitencia, y el motivo fue que al trasladarse al Carmen la Hermandad de los Sagrados Clavos, se ubicó provisionalmente en la capilla de la Cabeza, al estar en obras la iglesia del convento, pero se mantuvo en ella una vez concluyeron los trabajos. La convivencia durante treinta y nueve años de ambas corporaciones dio como resultado su fusión. Esta hermandad tenía ya un crucificado al que más tarde, en 1777, empieza a llamársele el Cristo de las Siete Palabras, advocación que aparece ya reconocida en la regla de 1798.
  2. En 1794 se fusionan la Hermandad Sacramental y la de las Ánimas. A lo largo de los siglos, la coexistencia de ambas corporaciones fue grande, dándose la circunstancia que numerosos legados testamentarios, especialmente casas cuyas rentas se le dejaban por devotos, se hacían a las dos hermandades, cuyo cuerpo de hermanos era idéntico, hasta el punto de que se ingresaba de manera conjunta en ambas. Esa simbiosis desembocó en la fusión de las dos hermandades.
  3. En 1947 se produce la fusión de la Hermandad Sacramental y de Ánimas con la del Rosario. Ya en 1884 se había trasladado la imagen de la Virgen del Rosario a la capilla del sagrario, por deseo de buscar una mejor ubicación en la capilla de mayor tamaño del templo. Esto hizo que ambas corporaciones colaborasen en sus cultos y el proceso de decadencia que ambas vivían, junto a la idéntica composición del cuerpo de hermanos, motivó la fusión.
  4. En 1966 se fusionaría la Hermandad Sacramental, de Ánimas y del Rosario, con la Hermandad de las Siete Palabras, como ya se conocía popularmente a la corporación resultante de la fusión de las de la Cabeza y Remedios. En 1868 se había trasladado a la parroquia de San Vicente Mártir, al serle incautada su capilla por el Estado. La colaboración con la Hermandad Sacramental fue grande desde sus inicios, y la situación de decaimiento que vivía ésta concluyó en una fusión con la cofradía de penitencia, reuniéndose así en una sola corporación todos los titulares citados y teniendo el cuádruple carácter de hermandad sacramental, cofradía de penitencia, hermandad de gloria y hermandad de ánimas.

“Y porque algunas personas, movidas con santo, y católico zelo de la honra del Culto Divino, y con acuerdo, y parecer de los Señores Beneficiado, y Cura de la Iglesia del Señor San Vicente, pues parecio, que pues todos, ó la mayor parte de los vecino Parroquianos desta Collacion de San Vicente, avian tomado la Bulla, e Indulgencia plenaria del SANTO SACRAMENTO, de la Señora D. Theresa Enrriquez, muger del Comendador Mayor Don Gutierre de Cardenas; la qual ganó, y truxo á esta Ciudad, que seria bien hacer, y ordenar otra Cofradia, y Hermandad, paraque cuando el SANTO SACRAMENTO saliesse, fuesen acompañandole delante en Procession con candelas encendidas, porque el SANTO SACRAMENTO fuesse mas acompañado”… de esa manera describe la regla más antigua que se conserva, la de 1705, la fundación de la Hermandad Sacramental de San Vicente, que el propio texto considera realizada en 1511 por la misma Doña Teresa Enríquez.

El instituto fundacional de las hermandades sacramentales es el acompañamiento al Santísimo Sacramento cada vez que salía en público a visitar enfermos, tanto de forma ordinaria, como para el cumplimiento del precepto pascual, en las conocidas como procesiones de impedidos, de manera más solemne. Igualmente se celebraba la fiesta mensual, consistente en una misa solemne con procesión claustral por las naves del templo parroquial llevando al Santísimo en unas andas.

La hermandad pronto desarrolló gran actividad, recibiendo importantes legados testamentarios por parte de hermanos y feligreses que le proporcionaron abundantes rentas. Fue una preocupación constante durante su historia el dignificar el lugar en el que residía la Eucaristía dentro de la parroquia y si bien en sus comienzos lo hacía en un lugar indeterminado a los pies del templo, pronto comenzó a utilizar una capilla correspondiente al patronato de la familia Sancho y Bravo de Laguna, que la había abandonado por marchar a América, en la que desde 1590 residió. En 1674 se le cedió la imagen de Jesús Nazareno, realizando la hermandad a sus expensas una obra para colocarla en el altar principal, entablándose un pleito por parte de un familiar de los fundadores de la capilla, y logrando la hermandad el reconocimiento de su propiedad. En 1750 se ejecutan obras de restauración del recinto, pero a consecuencia de un terremoto en 1761 se hunde el techo y comienza un largo proceso para lograr la restauración del recinto, que concluye con su ampliación, lográndose la cesión de los terrenos colindantes por el Ayuntamiento. La obra se demoró en el tiempo, inaugurándose el recinto, una de las capillas sacramentales de mayor tamaño de toda Sevilla y con certeza la que en proporción al templo donde se ubica alcanza más extensión, en 1782.

Un hito histórico de esta hermandad, que prueba la pujanza que alcanzó lo constituyó el que donase a la parroquia el retablo mayor, que se conserva, al haberse destruido el anterior por caerse de su ubicación. El retablo fue costeado por esta hermandad y ejecutado por Cristóbal de Guadix, escriturado en 1690.

La existencia de la Hermandad Sacramental como corporación independiente se prolongó hasta 1794, en que se fusionó con la de las Ánimas Benditas del Purgatorio.

En 1227 en un cerro de Sierra Morena, a tres leguas de Andújar (Jaén) se descubrió una imagen de la Virgen por un pastor de Colomera (Granada) llamado Juan Alonso Rivas. Según tradición, San Eufrasio, cuando vino a España, trajo consigo esa imagen que fue ocultada cuando los musulmanes invadieron la península imponiendo su fe, para evitar su destrucción. El 12 de agosto de dicho año 1227 el pastor, atraído por una luz y el sonido de una campanilla procedente de un cerro cercano al que él estaba con su rebaño, llegó a descubrir entre dos bloques de granito la imagen, logrando la curación de uno de sus brazos, aquejado desde hace años de una parálisis. El cerro en el que se produjo el hallazgo se llamaba de la Cabeza, por ser el más alto de su entorno, y de ahí que la imagen se conociese como la Virgen de la Cabeza. 

Conocido el hecho, se alzó un santuario en el lugar del descubrimiento, alcanzando pronto gran devoción. Por toda la diócesis de Jaén se fundaron diversas hermandades para su culto, en treinta leguas alrededor se fundaron sesenta y cinco que concurrían como filiales de la matriz, ubicada en Andújar. En 1561 llegó a Sevilla la devoción a través de ésta, que se fundó en la iglesia del convento del Carmen. Hay que aclarar que esta hermandad no fue nunca filial de la de Andújar, ni participó en su romería, la más antigua de Andalucía, lo cual en la actualidad realiza una moderna corporación fundada en 1931 y radicada actualmente en la iglesia de San Juan Bautista, vulgo de la Palma, y que no tiene absolutamente nada que ver con nuestra hermandad.

En 1564 aprobó su regla, que se derogó por otra nueva formada en 1573 y se reformó posteriormente en 1596 para añadirle un nuevo capítulo, al incorporar como titular a San Zoilo, al existir una imagen del mismo en la capilla de la hermandad.

Dicha capilla fue labrada a expensas propias en unos terrenos cedidos por la comunidad del Carmen en 1582, construyéndose aledaña al templo del convento, pero teniendo acceso directo a la calle Baños.

Esta hermandad era de gloria, teniendo como culto principal la función a Nuestra Señora de la Cabeza en su festividad, el último domingo de abril, con procesión el sábado anterior. Así se mantuvo hasta su fusión en 1629 con la cofradía de penitencia de los Sagrados Clavos y Nuestra Señora de los Remedios.

A partir de la segunda mitad del siglo XIV, como consecuencia de las predicaciones de las órdenes mendicantes, el hombre comienza a preocuparse por la caducidad de la vida y el tránsito para llegar a alcanzar la gloria eterna, creyendo que el alma, una vez separada del cuerpo, se sometía a un juicio del que dependía su existencia ultraterrena. Ante este concepto del fallecimiento, se hacía precisa rogar al Altísimo por la salvación del difunto mediante el sufragio de misas, concibiéndose el Purgatorio como destino purificador temporal de las almas que en un primer momento no lograron alcanzar el Paraíso, inspirándose en lo que establecen las sagradas escrituras de que los justos deberán esperan en el seno de Abraham para entrar en el Cielo. La iglesia estableció la celebración de la fiestas de los fieles difuntos el día 2 de noviembre con la finalidad de que las almas que estuviesen en el Purgatorio alcanzasen su perfección. La creciente existencia de hermandades que en torno a gremios, parroquias y conventos, proporcionaban a sus hermanos asistencia a los entierros y exequias por sus almas en caso de fallecimiento hizo que apareciese un nuevo concepto de hermandad, las dedicadas específicamente al sufragio de las almas de los difuntos, una finalidad a la que también se dedicaban otro tipo de hermandades, aunque éstas como objeto accesorio de su existencia.

En 1562 surge esta hermandad en la parroquia de San Vicente Mártir, obteniendo la aprobación de su primera regla dos años después. Gozó de gran auge en sus comienzos y siglo XVII, fruto de los legados testamentarios que dejaban los fieles para dedicar las rentas a misas en sufragio de sus almas.

Adquirió sitio para labrar altar y bóveda para enterramiento de sus hermanos en 1611 y le fue cedida la imagen de Jesús Nazareno en 1649, sin embargo, éste le fue cedido posteriormente a la Hermandad Sacramental, tal vez por haber realizado para esta hermandad Pedro Roldán la imagen de San Miguel Arcángel en 1657.

En el siglo XVIII decayó notablemente la actividad de la hermandad, cuyo proceso de simbiosis con la sacramental había sido gradual, hasta fusionarse con ésta en 1794.

El origen de la cofradía de penitencia es un dilema histórico aún no resuelto. La referencia a la anterior regla en las de 1595 nos remite al año 1590 como fecha de aprobación de los primitivos estatutos, sin embargo lo habitual en esta época era que la fundación datase de algunos años anteriores. En cuanto al lugar en que ello se produjo, desde Hernández Parrales se considera que la institución de la hermandad fue en el convento de los Remedios, en la actual plaza de Cuba. El que fuera archivero del arzobispado y director espiritual de nuestra archicofradía y que en 1961 hiciera un esbozo de su historia, señala que en 1593 dicho cenobio hubo de soportar una de las más grandes inundaciones por desbordamiento del río, lo cual pudo impulsar a los hermanos a trasladarse al Carmen.

Sea como fuere, en ese año 1595 la hermandad aparece radicada en la capilla de la Virgen de la Cabeza, puesto que además se hallaba en obras la iglesia del convento. No parecería lógico que se hubiese producido de otra forma ese traslado, pues el recinto de la hermandad de la Cabeza no era de demasiada extensión. En uno o unos altares provisionales serían colocadas las imágenes, dentro de una capilla que tampoco debería tener un aspecto demasiado acabado, dado que no llevaba mucho tiempo edificada.

Ese año 1595 es cuando se aprueba la regla que ha llegado a nuestros días, en la que se establece la estación de penitencia el Miércoles Santo, vistiendo los nazarenos túnicas blancas con escapulario colorado y sacando tres pasos: el primero sería una alegoría del Apocalipsis, en el que deberían figurar los Sagrados Clavos; en el segundo iría un Cristo Crucificado, y en el tercero otro Crucificado y la Virgen de los Remedios, vestida de negro.

Hasta 1609 no se reabrió la iglesia del convento. Ya llevaba catorce años la hermandad en la capilla de la Cabeza y en ella permaneció. Veinte años después, en 1629 y tras treinta y cuatro de convivencia, ambas corporaciones se fusionaron, siendo la primera vez en Sevilla que dos corporaciones de instituto distinto lo hacían.

Es la “rama” de nuestra hermandad que permaneció más años autónoma, nada menos que trescientos treinta y siete años, en los que sufrió bastantes avatares. Por algunos autores se ha señalado que una nueva hermandad se fusionaría con ésta, una titulada de San Juan Evangelista, formada por el gremio de los impresores, sin embargo pensamos que más bien se integraría dicho gremio se incorporó a nuestra hermandad, hecho que sucedió en 1677. Durante el XVII parece que mantuvo su vida floreciente, como lo prueba el realizar un paso para el misterio del Apocalipsis, en el que intervinieron varios artistas, sin embargo a comienzos del XVIII ya no realizaba su salida procesional en Semana Santa.

La situación se agravó con el hundimiento de la capilla, que sucedió en 1721, lo que supuso un grave revés para la hermandad, que carecía de fondos para reedificarla, teniendo que vender sus pasos a la Cofradía del Mayor Dolor, lo cual no sirvió para concluir las obras, que se paralizaron en 1732. La situación de abandono duraría diez años, y en 1742 se elegiría a una nueva junta que reanudó al siguiente año los trabajos, que se prolongaron hasta 1752, en que se inauguró la nueva capilla, que no obstante fue siendo mejorada en años sucesivos. Sin embargo, el propósito de volver a realizar la salida procesional ni se contemplaba. Cuando parecía que se estabilizaba la vida de la hermandad surgió otro nuevo contratiempo, la reclamación por parte de los carmelitas del precio que se pagaba por la cesión del suelo para la capilla, que la hermandad adeudaba. La imposibilidad de sufragarlo hizo decaer de nuevo a la corporación en 1785. En esta época es cuando encontrarnos la primera referencia al nombre del crucificado como Cristo de las Siete Palabras. Hernández Parrales apunta a la posibilidad de que una vez se suspendió la salida procesional, se celebrasen los Viernes Santo el ejercicio de las Tres Horas o de las Siete Palabras, ya que la iconografía de la imagen, un crucificado vivo, en actitud parlante, encajaría con esa advocación.

No tardaría en volver a revitalizarse la hermandad cuando en 1797 entraron en la capilla unos miembros de la Congregación de Luz y Vela a recoger unos cirios que estaban allí depositados y repararon en la belleza de las imágenes y decidieron reorganizarla, formando nueva regla que se aprobaría al año siguiente y en la que ya aparece como titular el Cristo de las Siete Palabras y se incorpora también el Sagrado Corazón de Jesús.

El comienzo del siglo XIX era prometedor, sin embargo otro hecho vendría a dificultar el desarrollo de la hermandad: la invasión francesa, que provocó el cierre del convento del Carmen. Las imágenes se colocaron provisionalmente en la parroquia de San Vicente, a excepción de la Virgen de los Remedios, que pasó a casa de la camarera y la de San Juan, que se perdió. Se perdieron igualmente los altares de la capilla, que hubo de rehabilitarse de nuevo, inaugurándose en 1819, sin embargo la vida de la hermandad seguía languideciente, y no consta actividad hasta 1829.

En 1835 se ordenó la exclaustración de la comunidad del Carmen de su convento, en aplicación de la ley desamortizadora de Mendizábal, cerrándose de nuevo la capilla, aunque posteriormente fue reabierta. En 1846 la misma se abrió una comunicación entre la misma y el altar mayor, a solicitud de los carmelitas –que aunque fueron expulsados del convento, mantenían el uso de la iglesia del mismo-, reuniéndose de nuevo la hermandad en cabildo. Cuatro años después hay un intento de reorganización, con la entrada de nuevos hermanos, entre ellos el abogado José Bermejo y Carballo. Sin embargo no es hasta 1858 cuando la vida de la hermandad se normalizó, eligiéndose a Bermejo como hermano mayor, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 1888. A raíz de ahí comienza la época más fructífera de la corporación, en el que partiendo de una base de pocos hermanos, y con el único patrimonio de la Virgen de la Cabeza de gloria y el Cristo de las Siete Palabras, amén de la capilla, la hermandad adquirió una gran vitalidad.

En 1864, tras más de siglo y medio sin hacerlo, sale de nuevo el Miércoles Santo la cofradía, lo que supuso un hito histórico por la premura en que se consiguió realizar, y los pocos medios con que se contaba para ello. Esto insufló un nuevo impulso y en pocos años se construyó el paso de misterio, con sus imágenes, adquiriéndose el crucificado que hoy en día recibe culto, a pesar de que en 1868 la junta revolucionaria se incautó definitivamente del convento del Carmen, incluida la capilla de la hermandad, radicando desde entonces en la parroquia de San Vicente Mártir.

A la muerte de Bermejo el gran proyecto fue el realizar el paso alegórico del Sagrado Corazón de Jesús, tal como estipulaban las reglas de 1798. Este proyecto se demoró por varios lustros y cuando estaban acabadas las imágenes y el paso, en 1914, se decidió no sacarlo y utilizar las andas para el misterio de las Siete Palabras. La situación duró hasta 1923, en que volvió a procesionar el paso antiguo, vendiéndose a la Hermandad del Buen Fin el nuevo.

En el siglo XX destaca el hecho de la incorporación de un segundo paso en 1958, llevando bajo palio a una nueva imagen de dolorosa, para la que se adaptó a una de las imágenes del misterio alegórico que no llegaría a procesionar, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Cabeza.

Desde el mencionado año 1864 la hermandad ha venido realizando con mucha regularidad su salida procesional, salvo en los años 1900, 1907 y 1908 por motivos económicos, y en 1932 y 1933 por la inseguridad que se vivía durante la II República, la hermandad realizó todos los años su salida, con la sola incidencia de la lluvia los años 1882, 1890, 1893 y 1909, en que aplazó su salida hasta la mañana del Viernes Santo, de doce de mediodía a tres de la tarde, haciendo coincidir la estación con las horas en que el Señor estuvo crucificado y pronunciando sus Siete Palabras. En 1892 y también llovió el Viernes Santo, con lo cual no salió, como tampoco en 1958.

En los últimos años se produjo la fusión con la Hermandad Sacramental de la parroquia, que a su vez lo había hecho con la de las Ánimas y la del Rosario, como se verá en otros apartados, hecho que se produjo en 1966.

El origen de la cofradía de penitencia es un dilema histórico aún no resuelto. La referencia a la anterior regla en las de 1595 nos remite al año 1590 como fecha de aprobación de los primitivos estatutos, sin embargo lo habitual en esta época era que la fundación datase de algunos años anteriores. En cuanto al lugar en que ello se produjo, desde Hernández Parrales se considera que la institución de la hermandad fue en el convento de los Remedios, en la actual plaza de Cuba. El que fuera archivero del arzobispado y director espiritual de nuestra archicofradía y que en 1961 hiciera un esbozo de su historia, señala que en 1593 dicho cenobio hubo de soportar una de las más grandes inundaciones por desbordamiento del río, lo cual pudo impulsar a los hermanos a trasladarse al Carmen. 

Sea como fuere, en ese año 1595 la hermandad aparece radicada en la capilla de la Virgen de la Cabeza, puesto que además se hallaba en obras la iglesia del convento. No parecería lógico que se hubiese producido de otra forma ese traslado, pues el recinto de la hermandad de la Cabeza no era de demasiada extensión. En uno o unos altares provisionales serían colocadas las imágenes, dentro de una capilla que tampoco debería tener un aspecto demasiado acabado, dado que no llevaba mucho tiempo edificada. 

Ese año 1595 es cuando se aprueba la regla que ha llegado a nuestros días, en la que se establece la estación de penitencia el Miércoles Santo, vistiendo los nazarenos túnicas blancas con escapulario colorado y sacando tres pasos: el primero sería una alegoría del Apocalipsis, en el que deberían figurar los Sagrados Clavos; en el segundo iría un Cristo Crucificado, y en el tercero otro Crucificado y la Virgen de los Remedios, vestida de negro. 

Hasta 1609 no se reabrió la iglesia del convento. Ya llevaba catorce años la hermandad en la capilla de la Cabeza y en ella permaneció. Veinte años después, en 1629 y tras treinta y cuatro de convivencia, ambas corporaciones se fusionaron, siendo la primera vez en Sevilla que dos corporaciones de instituto distinto lo hacían. 

Al igual que la gran mayoría de corporaciones del mismo tipo, surgió en la segunda mitad del siglo XVII y, pese a tratarse de una hermandad de gloria como la entendemos hoy en día, tuvo un carácter peculiar, pues este tipo de corporaciones se centraban en el rezo en público del rosario, no apareciendo las salidas procesionales hasta un siglo después de su existencia. Pero, además, el instituto de la penitencia estaba presente en sus actividades, lo que les confería un carácter peculiar, que sin embargo se fue atenuando con el paso de los años.

Fue fundada en 1672 gracias a las predicaciones del dominico Fray Pedro de Santa María Ulloa y no formó regla inmediatamente, sino que para su desarrollo fue siguiendo la de la hermandad del mismo nombre radicada en la colegial del Divino Salvador, hasta aprobar la suya en 1691. El instituto principal de la hermandad era el rezo público del rosario, que se hacía a diario por las calles, presidido por un Simpecado.

Sin embargo, en 1777 aparece por vez primera la procesión con la titular –existente desde su creación-, por lo que gradualmente va cobrando este culto más importancia y aunque el rosario se mantuvo, se limitaba al mes de octubre.

En la cabecera de la nave de la Epístola se sitúa la capilla, que durante siglos albergó en su altar principal a la imagen de Nuestra Señora del Rosario.

Sobre la existencia de la misma, aunque existen lagunas de documentación del Archivo de dicha Hermandad, podemos demostrar su presencia histórica. El primer documento que se conserva en que se mencione al recinto es la propia Regla primitiva de la Hermandad, del año 1691. Esta norma, redactada diecinueve años después de crearse la Hermandad, como en su preámbulo se indica, debido a gobernarse en sus comienzos por la Regla de la Hermandad homónima radicada en la Colegial del Salvador, debió servir para regular aspectos no previstos en ésta que surgieron a raíz de la pujante vida de la Hermandad en sus principios. Por ello, la referencia existente en el Capítulo XIV, que trata de la entrada de los Hermanos, que menciona el “zepillo de las limosnas que está en la Capilla es un instrumento de primer orden para determinar la existencia de este recinto en el que la Hermandad rendía culto a su titular. Al tratarse, además, del documento más antiguo existente referido a la Hermandad del Rosario, no podemos sino interpretar que ya desde sus comienzos la Hermandad poseía su propia capilla.

El siguiente documento data de 3 de abril de 1785, en que se celebra Junta de oficiales para el estreno del nuevo altar, que se produciría el día 16 siguiente. Aproximadamente de finales del siglo XVIII (por la caligrafía del documento), se conserva un recibo de obras en la capilla, como componer el banquillo del sagrario, dorando los perfiles y perillas, así como, además de encarnar a la imagen de la Virgen y el Niño, hacer lo propio con tres cabezas de serafines, que se doraron, así como al “escaparate del Simpecado”, que se retocó, barnizándose las puertas y los tableros bajos.

En 1803 se realizó la vidriera de la capilla a expensas de la Hermandad, emitiéndose recibo por Luis de Calatrava, por un total de 90 reales, 48 correspondientes a 24 vidrios, 36 por el plomo y 6 por una varilla nueva.

La Hermandad siguió empleando sus medios en el arreglo de la capilla, así constan diversos presupuestos de 1861 para su composición. Todos ellos indican que la Hermandad se proponía realizar una importante obra, uniendo su capilla a la colindante, en la que se ubicaba el retablo del Descendimiento, para lograr una mayor amplitud. De esa forma, se encargaría de colocar, previo su dorado y arreglo, el retablo en la nave de la Iglesia, colocándole a la capilla resultante una solería de mármol, y estucando y adornando las paredes, al margen de arreglar su propio retablo. Sin embargo, tan elevada cantidad, 30.624 reales se habían presupuestado, sólo la podría hacer frente con unos ingresos extraordinarios.

Desde 1839 se había acordado demandar a los herederos de D. Vicente de Torres y Andueza por la no ejecución de la dotación testamentaria de éste para sufragar los gastos de la Novena a la Virgen, según consta en acta de 6 de octubre. Tras un amplio lapso de tiempo (nada menos que veinticuatro años), el 14 de febrero de 1864, se logró vencer el pleito, proponiéndose destinar la cantidad a la construcción de la capilla. Parece que se realizaría la obra, cuando consta en un acta de 26 de septiembre de 1869, que la fábrica parroquial había tomado la parte del almacén de la Hermandad para depósito de sus útiles y aún no le había cedido el cuarto de las mangas, que era la capilla inmediata al presbiterio, destinada a almacén, para correrla con la de los Dolores y formar la capilla proyectada.

La obra de la capilla concluyó en 1871, una Comisión formada para ello informó que se recaudaron 10.650 reales, y constó 11.020. Los 370 reales de diferencia los aportaron los miembros de la indicada Comisión. Además, consta que al no caber las imágenes de San José y San Joaquín, se colocaron en el altar mayor y en la nave lateral de la Epístola, en altares de la parroquia, aunque la propiedad la conservase la Hermandad. Por este documento podemos certificar la propiedad de la Hermandad de la imagen de San José. En cuanto a la de San Joaquín, no teniendo más noticia sobre el paradero de alguna imagen de bulto redondo, nos inclinamos por considerar que se trata del cuadro de grandes dimensiones que se conserva en uno de los muros del templo.

El 19 de julio de 1884, a pesar de la obra realizada sólo trece años antes, la Hermandad autorizó a trasladar a la Virgen al altar mayor de la capilla Sacramental, y al no utilizarla, el 30 de junio de 1945 acordó ceder el uso de la capilla a la Hermandad de las Penas, previo a la firma de un documento de cesión del usufructo de la capilla y altares, reservándose la Hermandad del Rosario la Simpecadera, hasta que la Hermandad de las Penas facilitase un local para guardar los enseres.

En diversas convocatorias de culto consta la prestación por la hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Penas y Nuestra Señora de los Dolores de una parte del compromiso, consistente en sufragar una Misa el 7 de octubre. Dicho acuerdo se ha venido verificando hasta hace una década, aproximadamente.

Por tanto, podemos concluir que, la Hermandad del Rosario, y por extensión la Archicofradía Sacramental de las Siete Palabras, conserva la propiedad de su capilla y altares, por el uso continuado de los mismos durante siglos, las obras que, con aprobación del clero parroquial efectuó durante su historia y la cesión a la Hermandad de las Penas en concepto de usufructo.

Como consecuencia de la fusión en 1794 de las Hermandades del Santísimo Sacramento y de las Ánimas Benditas la corporación resultante tendría un doble carácter, aunque predominando el aspecto eucarístico. Como hermandad tuvo una vida autónoma hasta 1947, un período de ciento cincuenta y tres años, que sin embargo puede resumirse en una sola palabra: decadencia. En efecto, el esplendor que alcanzaron por su parte tanto la Hermandad Sacramental como la de las Ánimas no lo pudieron lograr juntas, fundamentalmente porque el período convulso que atravesó España en casi todo el siglo XIX. Las sucesivas leyes desamortizadoras se incautaron de parte del patrimonio de la iglesia, afectando a muchas propiedades de esta hermandad que le habían sido legados por sus hermanos.

Solo cabe resaltar un hito histórico en este período, la realización de una custodia de plata sobredorada, que sin embargo se prolongó por más de treinta años, hasta que se estrenó en 1833, siendo realizada por Antonio Cadenas, y cuya ejecución alcanzó tintes novelescos, que finalmente llegaron a buen fin.

El acompañamiento al Santísimo Sacramento siguió como fin principal, y casi único de la hermandad, que mantuvo a duras penas la procesión de impedidos. Como queda dicho, en 1884, pasó a presidir el altar principal de la capilla del sagrario la imagen de la Virgen del Rosario, y de ahí que se mantuvieran cordiales relaciones entre las dos hermandades que desembocaron en la fusión ocurrida en 1947.

Fusionadas desde 1947, esta corporación de triple carácter tuvo una existencia efímera de forma autónoma, tan solo diecinueve años. La decadencia que vivían antes de fusionarse se hace patente incluso en el hecho de que tardase ocho años en aprobar una nueva regla, pues hasta 1955 no redacta la que habría de regir a la corporación con sus nuevos titulares. En ella se estipula como cultos función al Santísimo, triduo y función a la Virgen del Rosario, aparte de los oficios del Jueves y Viernes Santo y las procesiones de impedidos y, si fuese posible, de la Virgen del Rosario. Fue en 1954 el único año en que ésta se celebró, mientras que la de impedidos sí se siguió realizando. Sí se continuaba el rosario público de todos los días del mes de octubre, que iba recorriendo diversas iglesias partiendo el día 1 de San Vicente, a donde volvía el 31. Tenemos constancia que se repitió al menos hasta 1964.

La vida de la corporación se vio alterado por un proyecto de reforma de las dependencias parroquiales que, en principio, querían derruir la sala capitular y hacer una sala multiusos para todas las hermandades. La hermandad hizo valer su derecho de propiedad sobre la misma y se le prometió que la reforma no la alteraría. Sin embargo, se redujo tanto en extensión como en altura, destruyéndose estanterías y alacenas, aparte de haberse tenido que retirar todos los

enseres y documentos allí guardados, muchos de los cuales no fueron reintegrados. No pudiendo acometer la restauración de los mismos, y el poner en uso de nuevo a la sala, la solicitud que se había formulado años antes por la Hermandad de las Siete Palabras de fusionarse se aceptó finalmente en 1966.

Fusionadas en un solo cuerpo todas las hermandades por separado a partir de 1966 hasta la actualidad y en el futuro forman una sola corporación con el triple carácter eucarístico, penitencial y letífico, aunque con el indudable impulso de la cofradía de penitencia como motor de todos los demás cultos, algo que se evidencia cada vez más con el paso de los años, aunque últimamente se aprecie un interés por potenciar los otros aspectos que han permanecido aletargados durante décadas.

En efecto, son los cultos a los titulares pasionistas los que congregan a mayor número de hermanos y especialmente la salida procesional el Miércoles Santo, que se ha producido todos los años a excepción de 1971, 2005 y 2008, en que la lluvia la impidió.

El patrimonio procesional se ha incrementado con la incorporación de un tercer paso, en el que se saca a la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Divina Misericordia, la imagen de Jesús Nazareno que se donase a la Hermandad de las Ánimas Benditas y luego a la del Santísimo Sacramento, y que a partir de 1977 se incorpora al cortejo de la corporación.

Entre finales de 1994 y de 2001 la hermandad sufrió el cierre de su sede canónica, la parroquia de San Vicente Mártir, aquejada de numerosos problemas de estructura y sometida a una restauración que se prolongó demasiados años, durante los cuales radicó en la capilla del Dulce Nombre de Jesús, de la Hermandad de la Vera Cruz; mientras la salida procesional se verificó desde la Iglesia de la Misericordia, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

En los últimos años se han incorporado al cortejo procesional las hermanas, así como bajo las trabajaderas los hermanos costaleros, ambos acontecimientos sucedidos en 1991. Igualmente la hermandad, adaptándose a los nuevos tiempos, establece un horario de apertura de sus dependencias, para atención a los hermanos y este mismo año ha adquirido el uso de un inmueble para ampliarlas.

En los cultos externos reseñaremos que desde 2003 la procesión del Rosario se ha regularizado de manera anual, y la celebración de algunas procesiones eucarísticas, con especial relevancia a la acaecida el pasado año 2011, en conmemoración del V centenario de la fundación de la Hermandad Sacramental, dentro de un programa de actos en el que destacó una exposición de enseres en el Círculo Mercantil.

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