El 28 de octubre de 1595 se celebra un cabildo en la Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios, que aprueba la nueva regla de la misma. Su título era Cofradía de los Sagrados Clavos de Nuestro Señor Jesucristo, Virgen María de los Remedios y San Juan Evangelista, y conforme al mismo establecía, entre otros, una función en honor del santo por su festividad canónica, el 27 de diciembre. Asimismo, se conoce su presencia en la salida procesional, al establecerse que saliesen tres pasos, siendo el primero de ellos una alegoría del Apocalipsis, esto es, la imagen del santo escribiendo el último libro de la Biblia. En 1677 se suscribió una escritura pública, cuya copia se remitió a nuestra hermandad y se guarda en su archivo, por el que una hermandad del gremio de los impresores, dedicada también a San Juan Evangelista, se agregó a la ya existente. No pensamos que se tratase de una fusión, sino de una integración de dicha corporación gremial en la de los Sagrados Clavos.
La función a San Juan en su festividad se mantuvo en la regla de 1798, en la que ya se preveía la salida del misterio de las Siete Palabras, en el que lógicamente se integra. No fue hasta 1864, como es sabido, cuando éste salió por vez primera, y esa función el 27 de diciembre ya no se celebraba cuando se reorganizó la hermandad, que tan solo hacía el quinario al Cristo, el cual, desde que se traslada la corporación a la parroquia de San Vicente (noviembre de 1868, por lo tanto a partir de 1869), se hace en el altar mayor y con la presencia del grupo escultórico del paso, con la imagen del santo por tanto. En las reglas de 1950 se recoge por vez primera la celebración del quinario (que se hacía desde 1860), pero solo dedicado al Cristo.
También se recoge la celebración de los ejercicios de los viernes, con especial dedicación: el primero al Sagrado Corazón de Jesús, el segundo al Cristo de las Siete Palabras, el tercero a la Virgen de los Remedios y el cuarto a la Virgen de la Cabeza, y si hubiese un quinto se le dedicaría a San Juan Evangelista. No es hasta 1970, en que tras la fusión con la Hermandad Sacramental se forman nuevas reglas, cuando se reforma el programa de cultos y el quinario se dedica al Cristo de las Siete Palabras, la Virgen de los Remedios y San Juan Evangelista, lo cual se mantiene en las normas que la sustituyeron, tanto en 1989, como en 1995.
Nuestro paso de misterio a la salida de la parroquia de San Vicente en los años 40 (izquierda) un altar de quinario en los años 80 (derecha).
Desconocemos quién realizó la imagen primitiva a la que le rindiese culto nuestra archicofradía, pues en 1654 se contrató con el escultor Manuel Ramos la ejecución de una imagen del Cristo, otra de la Virgen y la de San Juan, en madera, pero al llegar a nuestros días solo de la época primitiva de la hermandad el Cristo de las Siete Palabras que hoy en día se encuentra cedido en Cartaya y ser éste de pasta de madera creemos probable que no llegaran a realizarse dichas imágenes. No obstante, la salida del paso del Apocalipsis sí se llevaba a efecto, pues hay documentados sendos contratos con Francisco Antonio Gijón en 1680, Bernardo Simón de Pineda en 1688 y Diego de la Rosa en 1700 para ese misterio alegórico, sobre cuya composición no tenemos más datos. Esta sucesión de contratos nos da a entender que no llegó a concluirse por los dos primeros lo estipulado, dada la diferencia de precio entre los tres: 7.700 reales del primero, los 5.000 el segundo y 2.850 el tercero.
La primitiva imagen se perdió con motivo de la exclaustración provocada por la invasión francesa, pensándose que estaba en la iglesia de San Francisco de Paula y se solicitó su devolución infructuosamente. Al reorganizarse la corporación fue la primera imagen que se hizo, dándose la circunstancia de que en la antigüedad a la imagen se la conocía como “la de San Juan Evangelista” no deja de ser anecdótico que fuese ésta la primera en realizarse. Fue en 1859, realizado por José Sánchez. Éste escultor, del que apenas hay noticia, debe tratarse del que aparece en las actas como miembro de la junta de gobierno, nombrado con su nombre completo, José Sánchez Muñoz.
Sobre la talla intervino Emilio Pizarro en 1876. El escaso tiempo transcurrido entre su hechura y esta restauración, diecisiete años, indica que no se debió a un tratamiento de conservación, sino que Pizarro trabajaría sobre su fisonomía, apareciendo en las cuentas un gasto por ojos de cristal para San Juan. De nuevo Pizarro trabajaría sobre la imagen en 1896 al colocarle lágrimas de cristal. La tercera intervención data de 1992, cuando Jesús Curquejo Murillo le realiza un cuerpo anatomizado, incluyéndose en los trabajos la aplicación de una perilla y bigotes tallados -anteriormente los tenía pintados- y un par de mechones en la frente, suprimiéndole las pestañas. En 2013 Pedro E. Manzano Beltrán ha vuelto a trabajar sobre la imagen, sustituyendo la peana, consolidando fisuras y retirando los añadidos de la cabeza mencionados.
La imagen de San Juan meses antes de la restauración realizada por Pedro Manzano (izquierda), durante el proceso de restauración (centro) y como quedó una vez finalizada el proceso de restauración.
En cuanto a su ajuar, conocemos un primer nimbo realizado en 1874, liso, que fue sustituido por otro de Manuel Seco Velasco, labrado en 1952. El actual es del taller Viuda de M. Villarreal, en plata de ley sobredorada, realizado en 1981. Vistió ropas lisas en sus primeras salidas, realizándose su mantolín entre 1873 y 1874 y su túnica en 1875, todo por las hermanas Antúnez. La túnica fue restaurada por el taller “La Esperanza” en 1972, y más tarde por Juan Antonio Curquejo Morales en 1995. Por último, Mariano Martín Santonja le realizó un nuevo mantolín en 2006.
Rafael Jiménez Sampedro.
Fotografías: Práxedes Sánchez M., Fernand y Pedro Manzano.