La fotografía es el arte y la técnica de obtener imágenes duraderas debidas a la acción de la luz. Es el proceso de proyectar imágenes y capturarlas, primitivamente por medio del fijado en un medio sensible a la luz y actualmente también por la conversión en señales electrónicas. La primera fotografía fue obtenida en 1826 por Joseph Nicéphore Niépce, lógicamente en blanco y negro, y en 1907 la firma Lumiére comercializa la fotografía en color a través de placas de vidrio, un proceso muy caro que se usaría poco y que se desarrollaría más tarde, popularizándose con las nuevas técnicas en los años sesenta del pasado siglo. A Sevilla la fotografía no tardaría en llegar, de la mano de los viajeros franceses principalmente y ya a mediados del siglo XIX se conservan fotografías, como la de la fachada del Ayuntamiento en 1840, de Théophile Gautier, o la de Francisco de Leygonier y Haubert en 1853 que nos muestra el derribo del convento de San Francisco. En Semana Santa se conservan fotografías, aunque de estudio por la dificultad técnica de obtenerlas en la calle, de unos años después, 1862, y no es hasta las últimas décadas de ese siglo cuando ya hay imágenes de nuestras cofradías discurriendo por su recorrido.
No abundan las fotografías históricas de nuestra hermandad, si la comparamos con otras y sobre todo en la calle, dado que la hora de salida tardía no propiciaba las mejores condiciones para obtenerlas. Aún así, sí tenemos algunas que nos trasladan a ese tiempo que no vivimos y que podemos conocer gracias al esfuerzo de esos pioneros que nos legaron el fruto de su trabajo por fotografiar a nuestra hermandad.
La técnica ha evolucionado en la última década de manera exponencial, no solo en las cámaras digitales que permiten obtener unas fotografías de altísima calidad, sino en los programas informáticos de retoque, que nos facilitan corregir los defectos que aquéllas presentan. Otra utilidad de estas aplicaciones son el poder colorear las fotografías antiguas –evidentemente también las modernas, pero hoy apenas se utiliza esta forma de obtenerlas-, para recrear lo que nuestros antepasados vieron en directo y que nos ha llegado solo en escala de grises. Nosotros hemos utilizado el más avanzado de los que hay en la actualidad, el Adobe Photoshop, para poder obtener fotografías en color partiendo de originales en blanco y negro. Seleccionando la capa de fondo, se crea una nueva capa de ajuste de tono y saturación, se marca colorear en el cuadro de diálogo, se fija el color seleccionando los niveles de tono, saturación y luminosidad que deseemos hasta hallar el tono deseado y con el pincel se pinta la superficie de la foto que queramos colorear con esa selección, repitiendo los mismos pasos con cada color que incorporemos a la fotografía. La labor es más minuciosa en cuanto a que la fotografía tenga más colores o queramos incorporárselos, y en cuanto a que las superficies a pintar sean más o menos pequeñas. Por ejemplo, en las que incluimos ahora, los bordados son los que requieren un mayor trabajo, mientras que suelos, paredes o cielos son los menos complicados.
Hemos empleado esta técnica con nueve fotografías históricas de nuestra hermandad, de distintas épocas, que abarcan un arco temporal de unos ochenta años, y reproducimos el original en blanco y negro –o sepia en su caso- y en color tras haberla tratado informáticamente.
En primer lugar reproducimos una fotografía del tránsito de nuestra hermandad por la plaza de San Francisco en la mañana de un Viernes Santo de 1890 o 1893, en que, tras haber llovido el Miércoles Santo, salió procesionalmente. Las sillas vacías en primer plano a la derecha delatan que la hermandad desfiló en solitario por la carrera oficial, aunque al fondo se puede observar la presencia de público.
En segundo lugar hemos coloreado una foto de estudio del paso único de la cofradía, datable a finales del XIX, en que la Virgen de los Remedios ya luce su corona estrenada en 1893. Las andas se sitúan delante de la capilla de la hermandad, con su característica reja coronada por el anagrama de Jesús, ahora suprimido.
En torno a la última década del siglo XIX se puede fechar la fotografía de Ramón Almela, cuya firma aparece al pie, de un nazareno portando un cirio. Es una de la serie que ese fotógrafo obtuvo antes de 1895, en que su padre Francisco publicó un libro en el que se hacía referencia a estas fotografías, que aparecen identificadas por su número. La instantánea se obtuvo en la calle Resolana, ante las Escuelas Públicas Macarena (más conocidas como “los altos colegios”), un lugar amplio y luminoso donde realizar la fotografía, ya que el estudio de los Almela se encontraba en la calle San Luis.
En 1930 hay constancia de que se encargaron unas estampas del Cristo de las Siete Palabras a una casa de Barcelona, que podemos identificar con las que nos muestran al crucificado de medio cuerpo, luciendo aún sus potencias con dibujo rococó y su corona de espinas. Es una de las peores fotografías desde el punto de vista técnico, por lo que el resultado al colorearlo se asemeja más al dibujo que a la fotografía.
Otra estampa, tal vez coetánea a la anterior, es la que nos muestra a la Virgen de los Remedios de medio cuerpo, luciendo su ropa de salida. Destaca la ausencia de tocado como lo conocemos hoy en día, luciendo un pecherín de rico tejido y apenas una tira de encaje alrededor de la cabeza. En la fotografía podemos ver la corona de salida con sus imperiales, como se concibió por Cristóbal Ortega en 1893.
De un besamanos de 1949 de la Virgen en la puerta de la capilla procede la siguiente fotografía, donde se observa que el único exorno era mediante macetas de pilistras colocadas a los lados de la imagen, que lucía su ropaje de salida cuando, curiosamente, ya no los llevaba en el paso.
De finales de 1956 data la siguiente fotografía, que nos muestra a la Virgen de la Cabeza en un domicilio particular, antes de ser bendecida, y ataviada con una mantilla negra, tomada de perfil.
En torno a los años sesenta podemos datar el primer plano del Señor de la Divina Misericordia, que aparece desprovisto de corona de espinas y potencias y con una túnica con una cenefa dorada.
Por último, una foto de Fernand del Cristo de las Siete Palabras, de los años setenta, nos muestra al crucificado luciendo las mismas potencias que en la estampa de 1930, ya sin la corona de espinas que le fue quitada en los años cuarenta, y con el rostro notablemente ennegrecido con respecto a la clara encarnadura de su cuerpo. La calidad del original permite que la foto coloreada lo sea igualmente, recreándose digitalmente el estado de la imagen que solo los hermanos más antiguos recordarán, pero que las nuevas generaciones que ya lo conocen en perfecto estado de conservación no llegaron a presenciar.
De esta forma hacemos un viaje al pasado en color, el que nos trae la tecnología digital que aplicada a las fotografías históricas de nuestra hermandad nos permiten revivir un tiempo que no vivimos.
Rafael Jiménez Sampedro