La semana de triduo culminó con el devoto besamanos
Como es habitual, el mes de octubre comenzó con los cultos en honor de Nuestra Señora del Rosario. Durante los días 5,6 y 7 de octubre tuvo lugar el triduo a la santísima Virgen y con motivo de ello, el equipo de priostía dispuso un magnifico altar efímero de 3 alturas y con hasta 50 puntos de luz, donde pudimos contemplar en todo su esplendor a nuestra titular. La cátedra estuvo a cargo del Rvdo. Sr. don Francisco Moreno Aldea, el cual nos hizo llegar de forma magistral la palabra de Dios a través de la cual nos recordaba que el Rosario es en sí una catequesis que nos introduce la Virgen a través de cada uno de sus misterios, que en más de una ocasión llegamos a vivir. Además nos mostró la gran generosidad del Señor al permitirnos compartir a su madre a través de las palabras “Madre, he ahí tu hijo; hijo he ahí tu madre”.
El Rvdo. padre, estuvo asistido durante los tres días por nuestro cuerpo de acólitos, los cuales colaboraron a dotar de gran solemnidad cada una de las eucaristías, a quienes agradecemos su labor y servicio continuo a la hermandad. También fue notoria, la asistencia de los jóvenes de la hermandad durante todos y cada una de las jornadas, destacando la del viernes, la cual estuvo dedicada a ellos y donde renovaron su juramento como hermanos de la corporación.
El domingo 8 de octubre, culminó la espléndida semana con el devoto besamanos de la Virgen, situándose a las plantas del altar de cultos para gozo y contemplación de todos los fieles y devotos. Para ello se mantuvo el altar que presidió durante su triduo, culminándolo el estandarte sacramental, exornada con flores de las variedades lisianthus , lilium , arlequin , statice celeste y alstroemeria. Además la Virgen lucía vestida con una saya de brocados en oro y plata adornada con encajes de oro, manto de terciopelo rojo rematado con encajes de oro, portando su habitual ráfaga ,media luna y corona, obra de Juan de Guzmán y cetro anónimo del siglo XVIII. Mientras, el niño Jesús, vestía traje en seda y oro.
Fotografías: Práxedes Sánchez Mellado