A lo largo de los siglos las distintas hermandades que han dado lugar a la Archicofradía de la Siete Palabras acumularon muchas piezas artísticas. Varias poseen valores culturales, son reconocidas como de interés patrimonial y han merecido el análisis y la investigación de la crítica especializada.
Entre ellas sobresale el denominado políptico de santa Catalina mártir, conjunto pictórico gran empeño, creado por la escuela flamenca del siglo XVI e íntimamente relacionado con la historia de la hermandad sacramental de la parroquia de san Vicente.
La obra es tenida por relevante y ha sido objeto de la atención de grandes historiadores del arte del siglo XX como Carl Justi, August Mayer o José Hernández Díaz. Su fortuna crítica se acrecentó a finales de ese siglo gracias al análisis del profesor de la Universidad de Sevilla Juan Miguel Serrera y posteriores aportaciones del que suscribe en el marco del proyecto de conservación realizado por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía.
Las investigaciones permitieron proponer una autoría, identificar la morfología e iconografía del conjunto, restaurarlo y vincular la obra a la historia de la hermandad sacramental. También ha contribuido a la difusión del políptico la presencia de dos de sus piezas en la exposición Velázquez y Sevilla (1999), oportunidad que dio a conocer en el ámbito cultural internacional la obra que comentamos. La posterior exhibición como obra invitada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla puso el colofón a un importante proyecto cultural. A todo ello hemos de sumar la restauración de las tablas más pequeñas en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla.
Políptico, comitente y hermandad
Un políptico es una pintura dividida en varias secciones a partir de un panel (o paneles) central alrededor del cual se sitúan otros paneles laterales denominados alas. Se trata de un tipo de obra frecuente entre los pintores del Renacimiento y específicamente de la escuela flamenca. Casi todos fueron diseñados para ser expuestos en iglesias, si bien existen otros destinados a oratorios privados.
El políptico de santa Catalina lo formaban un total de cinco paneles. Cuatro de ellos se conservan en la parroquia de san Vicente. El quinto, que forma el ático, se mantiene en paradero desconocido.
Las dos tablas mayores, corresponden a las puertas o alas del políptico y sus dimensiones son 206 x 100 centímetros. Se exhiben en la capilla sacramental. Como corresponde a su función, tienen representaciones figurativas a ambos lados. El panel situado a la izquierda en origen, representa en su interior a san Roque y san Sebastián y el situado a la derecha a san Benito y tres caballeros orantes, identificados como Sancho Bravo de Lagunas y sus hijos Luis y Diego. En el exterior, aparece pintada en grisalla la escena de la Anunciación (arcángel san Gabriel y Virgen María respectivamente en los paneles izquierdo y derecha).
Los dos paneles centrales se encuentran desmembrados. Las seis tablas que lo formaban se han colocado, sin criterios expositivos o iconográficos, y con escasa accesibilidad, en el presbiterio de la iglesia. Narran escenas de la vida de la mártir santa Catalina siguiendo lo narrado por Jacobo da Vorágine en una propuesta iconográfica que tuvo gran difusión en toda Europa en el siglo XV. Ese tema tuvo su más elevada materialización, en el trabajo que Masolino da Panicale realizó en la capilla de la santa sita en la basílica de san Clemente de Roma, trabajo realizado por encargo del cardenal Bianda Castiglioni.
Las tablas de san Vicente representan los siguientes temas:
-Catalina se presenta ante el emperador Maximino II y plantea debatir sobre el verdadero Dios
-Maximino II condena a la hoguera a los oradores paganos derrotados en el debate
-Catalina es azotada por negarse a los requerimientos del emperador Maximino II
-El ángel hace saltar la máquina de martirio diseñada por el prefecto Chursaade
-Decapitación de Catalina el 25 de noviembre de 305
-Sepulcro de Catalina en el monte Sinaí.
Respecto a la tabla desaparecida, situada originariamente en el ático, representa según las fuentes, un Calvario.
Un documento del escribano público Juan Antonio Guerrero, de 14 de junio de 1680 permitió identificar que todas estas tablas pertenecen al políptico y que se trata del retablo de la capilla de santa Catalina, titularidad de la familia Alfaro, en la que residía la hermandad sacramental de San Vicente.
El fragmento que interesa dice así:
“un retablo antiguo que estaba arrinconado en la pared de dicho sitio el cual se componía de cuatro piezas de madera que las dos de ellas servían de puerta. Y habiendo reconocido sus pinturas parece que las dos piezas de en medio están divididas en seis láminas pintadas en tabla y en ellas diferentes martirios de santa Catalina. Y en una de las dichas dos puertas que serán de dos varas y media de alto parece estar pintado en tablas de san Sebastián y san Roque. Y en la otra puerta parece estar pintado san Benito y tres retratos que están de rodillas tres personas armadas y los dos de ellos tienen sobre el pecho una encomienda que parece ser de posesión de Alcántara y junto a ellos un escudo de armas”.
El políptico fue encargado por Sancho Bravo de Lagunas para decorar la capilla familiar fundada en 1459 por Garci Sánchez de Alfaro y Aldara Bravo de Lagunas. La citada capilla estaba dedicada a la advocación de santa Catalina, por entonces de gran devoción en Europa. Se trataba del patronazgo y capilla de mayor relevancia entre las existentes en la parroquia de san Vicente.
Sancho Bravo era persona de influencia. Tras no pocas negociaciones con el clero parroquial, en 1543 decidió ampliar la aportación económica de su patronato hasta los 14.500 maravedíes al año (de ellos, 2.500 para la fábrica parroquial) más gastos de culto. Como contrapartida, la fábrica le autorizó realizar
las importantes obras de remodelación y decoración que venía persiguiendo con insistencia y a las que se resistía la parroquia.
Estas obras se proyectaron como reflejo del prestigio y elevada posición que en ese momento tenía la familia, y más concretamente Sancho con importantes responsabilidades políticas y militares en el círculo más íntimo del emperador Carlos I, según informa el cronista Prudencio de Sandoval.
En la reforma citada se decidió retirar el antiguo retablo gótico (también dedicado a la santa y que fue ofrecido al vecino convento del Carmen) y construir uno nuevo, en este caso pictórico, adecuado al más refinado gusto artístico del momento.
Sancho Bravo residía en Gante (Flandes) por razones de su desempeño y tuvo muchos contactos con el círculo artístico de la cercana y culta Amberes, ciudad en la que encargó el políptico para su capilla. Precisamente en el inventario testamentario de sus bienes (Augsburgo, 1547) se informa que tenía pendiente de recibir hasta seis obras por parte de un pintor de esta localidad.
Respecto a la vinculación de la hermandad sacramental con la capilla de santa Catalina hemos de indicar que se institucionaliza en 1580, fecha en la que obtiene de la fábrica autorización de residencia, con disponibilidad de copia de llaves, y obligación de culto y conservación. Previa esta autorización, la hermandad sacramental estaba constituida (desde 1535 y en precario), en un rincón a mano derecha entrando por la puerta de la iglesia que está enfrente de las casas de Juan de la Fuente, caballero de Santiago. Se trata de un espacio junto a la capilla luego dedicada a la Virgen del Rosario.
Poco después, la corporación mejora su vínculo y consigue ampliar la citada autorización (1590). Parece ser que los patronos llevaban un tiempo sin atender sus obligaciones contractuales para con la fábrica y ello justificó una nueva decisión. Años después estos patronos excusarían dicha falta en razón de un no probado traslado familiar a las Indias.
Sabemos que en esa última fecha, el maestro de albañilería Juan de Burgos otorgó finiquito por la conclusión de una obra que constituyó la primera de una larga serie de empresas arquitectónicas promovidas por la hermandad. Consistió en construir un banco ampliado sobre el que había de cargar tanto el retablo existente como el sagrario que se incorporaba a la zona central del mismo. También se reubicó la imagen de santa Catalina.
Durante gran parte del siglo XVII el políptico fue testigo los cultos y de la vida de la hermandad sacramental. A pesar de ello, ésta decidió en 1676 que no le interesaba mantenerlo presidiendo la capilla y lo sustituyó por un retablo de madera dorada y policromada construido por Felipe de Ribas y al que Juan de Valdés Leal aportó la pintura La oración en el huerto, según indica la documentación disponible.
La decisión de retirar el políptico fue duramente criticada. Como muestra el testimonio de Antonio del Castillo, contador del Ayuntamiento y de la Real Audiencia, vecino de la feligresía, y mayordomo de la sacramental entre 1671 y 1680, bajo el mandato de los alcaldes Pedro de Esquivel y Antonio de Melo. El
hermano dice: “me paresció injusto que [lo] quitaran y por que el retablo que ponían, aunque fuese de fábrica moderna, no me parece que podrá igualar al retablo que tenía”.
En 1681, y tras largo pleito, la hermandad obtenía del Arzobispado de Sevilla la plena titularidad de la capilla que hoy disfruta.
Apenas un siglo duró esta decoración. En el marco del proyecto de 1780, de nuevo edificio para capilla sacramental, el retablo de Ribas fue sustituido por el que vemos hoy, obra de José Barela y que preside la imagen de Jesús con la cruz a cuestas, devoción de Alonso López de las Doblas, hoy advocado de la Divina Misericordia. No obstante, el vínculo devocional de la hermandad sacramental con santa Catalina se mantiene, y una representación en madera de la misma permanece en la capilla.
A lo largo del tiempo, las diferentes piezas del políptico se dispersaron ocupando diversas localizaciones en templo, sacristía e incluso oficinas. En 1966 la hermandad sacramental se fusiona con la penitencial de las Siete Palabras y en 2001 se decidió volver a colocar las dos grandes tablas del políptico en el lugar que por historia, vinculación corporativa y calidad artística, le corresponde: la capilla sacramental de la parroquia de san Vicente. Las de pequeño formato, como se ha indicado, permanecen en el presbiterio. En 2002, se redactó un proyecto museográfico para la puesta en valor del políptico, que no fue realizado.
El artista
Como indicó el profesor Serrera, a uno de los maestros de Amberes, concretamente a Jan Sanders van Hemessen, debió encargar Sancho el trabajo para su capilla de san Vicente.
Cabe decir que Van Hemessen (Hemishen, c.1500-Haarlem, c.1556), es uno de los más pintores de los Países Bajos más reputados de la época. Fue discipulo de Heynderic van Cleve, Jan Cornelis, Jan Gossart y Marinus van Reymerswale. En 1520-21 conoce a Alberto Durero durante la estancia de éste en Antwerp
(Amberes), y las propuestas estéticas de éste influyeron en su formación. Hay noticias contradictorias sobre una posible estancia en Florencia, Roma y Norte de Italia en la que parece que copia el fresco de la Caridad original Andrea del Sarto (Florencia, Chiostro scalzo). Está probada su presencia en la corte de Fontainebleau en sucesivas estancias entre 1530 y 1540.
A Jan van Hemessen se le incluye en el grupo de pintores manieristas de sensibilidad ecléctica. La crítica especializada ha puesto de relieve las relaciones entre su pintura y la de Vicent Sellaer, que estuvo en Italia hasta 1544 y con quien pudo coincidir en algún viaje. No obstante a lo largo de su carrera Hemessen críticó duramente los valores del gótico perfeccionando el lenguaje manierista con la incorporación a su estética de nuevos conceptos altorrenacentistas (forma, espacio y luz), a través de los que logró formular una atractiva articulación tangible de la realidad de la que es deudora el brillante políptico de santa Catalina.
Lorenzo Pérez del Campo
Director del Centro de Intervención del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH)
{phocagallery view=category|categoryid=34}